jueves, 22 de abril de 2010

Decisiones crueles

Si estuviérais en un puente con un moro, un chino y un español. ¿A quién tiraríais?

Esa fue la pregunta que el profesor de filosofía nos preguntó una vez en clase. Era, por aquel entonces, el director general del colegio (los Padres Escolapios de Granada) y nos daba clase de filosofía (para quien no lo sepa, era sacerdote). Muchos de mis compañeros no contestaban y los que se atrevían a hacerlo de forma seria alegaban cosas como "yo no tiraría a ninguno". El profesor después de tanta mamarrachada y tanta falsa moralidad dijo "¿Por qué nadie me dice al moro? ¡Si es lo que todos estais pensando!".

Hoy este recuerdo ha venido a mi memoria y ni os voy a decir lo que pensé en aquel entonces ni lo que pienso ahora.

Me viene también a la mente una convivencia con la catequesis de confirmación en la que vivimos algo parecido, pero de forma más intensa. Fue una convivencia en una casa cerca de la playa y nos comentaron que por la noche íbamos a dar un paseo en barco. Muchos estábamos emocionados, no sólo nos llevaban a la playa sino que también nos iban a dar una vuelta en barco. Todo mentira.

El supuesto barco era imaginario y en él cabíamos todos (alrededor de cincuenta personas). Dicho barco tenía un grave problema, se estaba hundiendo y en vez de estar rodeado de agua de mar, río, pantano, lago o riachuelo, estaba rodeado de ácido del que te toca y te mueres. Cabe decir que estos ejemplos son muy exagerados y que hay que ser muy gilipoyas para salir a "alta mar" con un barco pochambroso, que se hunde, rodeado de ácido.

De todo el grupo de personas que en esa patera íbamos sólo podían sobrevivir tres. Había muchos que en un alarde de falsa amistad y de interesado compañerismo decían "vale, yo me tiro" (había otros que lo decían y porque los conozco sé que lo decían de corazón). Pero a mí no vale un "yo me tiro" porque sí. De esa manera acabaríamos todos tirándonos por la borda y el barco (perdón, patera) quedaría vacío.

Luego estaban los egoístas que decían "yo no me tiro". Esos eran los más realistas, porque ante una situación de riesgo, tu primitivo cerebro te dice "sálva tu miserable pellejo, pisotea a los demás si hace falta". Bueno, tal vez no con esas palabras, pero el sentimiento de supervivencia aflora y tratas de salvarte. Mi retorcida mente maquinaría un plan para conseguir el apoyo de dos o tres personas y empezar a tirar gente por la borda. Cuando la patera el barco fuera llegando a puerto, vería si es necesario perder más "lastre" o no. Pero yo desde luego haría lo imposible por sobrevivir.

Suena duro, suena cruel, pero no es más cruel que esos jueguecitos de compañerismo donde te obligan a escoger quien vive y quien no. Creo que este tipo de pruebas son las que le hacen a gente que va a vivir situaciones de riesgo extremo (astronautas, exploradores árticos, etc). En esas situaciones, no vale un "volvemos a empezar".

El mundo no es del más listo, sino del más pillo.

1 comentario:

  1. Interesante reflexión. En situaciones extremas, está mas que demostrado que prevalece el instinto de supervivencia. Hay situaciones excepcionales, como el hundimiento del Titanic, donde muchos hombres cedieron sus asientos a mujeres y niños, pero incluso allí, hubo gente rica que pretendía comprar un asiento en un bote de salvamento... "un chaleco salvavidas, 30 euros; un cuarteto de cuerda tocando mientras se hunde el barco, 200 euros; mi vida por la tuya, misero avaricioso egoista, no tiene precio". Pero bueno, generalmente la gente intenta sobrevivir, gracias a ello, estamos aquí escribiendo y reflexionando sobre el tema. "Yo tampoco me tiro", primero intentaría reparar el barco y si eso no funciona, conspiraría con mi primo para tirar al resto, jajajaja!

    Carlos

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